.
En 1908 se inició la producción en cadena de automóviles con el modelo Ford T. Así comenzó Henry Ford la revolución industrial en la fabricación de coches. Con los años, los fabricantes industriales desplazaron a los fabricantes artesanales. Aumentaron espectacularmente la productividad reduciendo los costes de fabricación y bajaron drásticamente el precio de venta incrementando el volumen de unidades vendidas. La clave de esta revolución se encuentra en algo tan simple como la estandarización del proceso productivo que fue posible gracias a la versatilidad de las piezas de montaje. Cualquier pieza se podía montar en cualquier coche. Cualquier tornillo se enroscaba en cualquier tuerca. Muchas veces ideas muy simples provocan revoluciones muy complejas.
El asesoramiento financiero ofrecido al mercado masivo de los particulares se encuentra, en mi opinión, en una etapa tremendamente artesanal. Cada cliente ha de ser atendido personalmente por un asesor de la entidad financiera en una de las sucursales. Evidentemente, esta artesanía conlleva altos costes que necesariamente han de traducirse en altas comisiones en los productos vendidos. Ésto reduce drásticamente el valor del asesoramiento prestado. Y peor aún, en gran medida lo pervierte, ya que el vendedor/asesor se acostumbra a vender productos no del todo óptimos para el cliente. Seguramente, crisis como la de las hipotecas subprime se han visto espoleadas por este círculo vicioso de empaquetamiento y venta de productos de ahorro más que dudosos a clientes inexpertos.
¿Cuál sería la clave que debería permitirnos escapar de esta situación? Puede que esta clave se base en la aparición de sistemas de asesoramiento financiero realmente independientes. La industrialización de estos procesos no sería complicada con la ayuda de las nuevas tecnologías de la comunicación y el almacenamiento de datos. Sería un negocio diferente al de la distribución de productos financieros, que seguiría siendo realizado por las entidades financieras. Los procesos que se desencadenarían serían similares a los que se originaron con la producción en cadena. Aumentos de productividad y reducción de costes seguidos de reducciones de comisiones y aumento de las ventas. En definitiva, una revolución industrial en el sector financiero que traería una mejora sustancial de la salud financiera de los particulares.
De hecho, en EE.UU. existen ya interesantes experiencias en esta dirección. Por ejemplo, http://www.financialengines.com/ (motores financieros) creada por Bill Sharpe, premio Nóbel de economía por sus estudios sobre la cartera de inversiones óptima. O también la web de Jeremy Seigel, un profesor de Wharton, http://www.jeremysiegel.com/. Ambas iniciativas se encaminan a industrializar el asesoramiento financiero de manera similar a como se industrializó la fabricación de automóviles. En España, el otro día leía unas interesantes declaraciones del Presidente de un importante banco español, en las que comentaba su visión de la banca como de una industria en la que las nuevas tecnologías tendrían mucho que decir en el rediseño estratégico. Quién sabe, quizá estuviera pensando en este mismo tipo de ideas. ¿Qué opinan ustedes?
El asesoramiento financiero ofrecido al mercado masivo de los particulares se encuentra, en mi opinión, en una etapa tremendamente artesanal. Cada cliente ha de ser atendido personalmente por un asesor de la entidad financiera en una de las sucursales. Evidentemente, esta artesanía conlleva altos costes que necesariamente han de traducirse en altas comisiones en los productos vendidos. Ésto reduce drásticamente el valor del asesoramiento prestado. Y peor aún, en gran medida lo pervierte, ya que el vendedor/asesor se acostumbra a vender productos no del todo óptimos para el cliente. Seguramente, crisis como la de las hipotecas subprime se han visto espoleadas por este círculo vicioso de empaquetamiento y venta de productos de ahorro más que dudosos a clientes inexpertos.
¿Cuál sería la clave que debería permitirnos escapar de esta situación? Puede que esta clave se base en la aparición de sistemas de asesoramiento financiero realmente independientes. La industrialización de estos procesos no sería complicada con la ayuda de las nuevas tecnologías de la comunicación y el almacenamiento de datos. Sería un negocio diferente al de la distribución de productos financieros, que seguiría siendo realizado por las entidades financieras. Los procesos que se desencadenarían serían similares a los que se originaron con la producción en cadena. Aumentos de productividad y reducción de costes seguidos de reducciones de comisiones y aumento de las ventas. En definitiva, una revolución industrial en el sector financiero que traería una mejora sustancial de la salud financiera de los particulares.
De hecho, en EE.UU. existen ya interesantes experiencias en esta dirección. Por ejemplo, http://www.financialengines.com/ (motores financieros) creada por Bill Sharpe, premio Nóbel de economía por sus estudios sobre la cartera de inversiones óptima. O también la web de Jeremy Seigel, un profesor de Wharton, http://www.jeremysiegel.com/. Ambas iniciativas se encaminan a industrializar el asesoramiento financiero de manera similar a como se industrializó la fabricación de automóviles. En España, el otro día leía unas interesantes declaraciones del Presidente de un importante banco español, en las que comentaba su visión de la banca como de una industria en la que las nuevas tecnologías tendrían mucho que decir en el rediseño estratégico. Quién sabe, quizá estuviera pensando en este mismo tipo de ideas. ¿Qué opinan ustedes?
.
.
.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario